sábado, 21 de julio de 2012


Los peces sin sueño
(En: Pou d’es Lleó)


Bajo su líquida epidermis
hay un jardín sumergido
donde llevar a pasear nuestra mirada.

La brisa es azul y sal,
hay una barquita
que navega por la tarde
pescando paraísos.

Las piedras se abrigan como pueden.
Con pieles que sacuden musgos claros
que adornan con calas del mar,
flores bailarinas.

En ese refugio,
el ritmo y los reflejos
hacen mecer distinta la memoria,
la bañan de porvenir.

Los peces son como pájaros
en su jaula de agua.

Aves que para nadar se desnudan de alas,
aceptan lentejuelas sus escamas
de espejitos plateados,
y ocultan las espinas.

Nadan en esos cielos
donde florecen estrellas
y flotan las luces
de un sol que se retira,
acariciando arenas.

Viven siempre despiertos,
incluso cuando sueñan
con ser pez golondrina,
y entregar el alma al albedrío de su vuelo.
 
La palabra gana colores
y algo de profundidad
cuando le crecen pastitos de mar.

El poema siempre es libertad,
ha de escribirse en las tintas de la libertad.
 
Un poema para leer a tientas,
cuando la palabra
es una oscuridad que nos alumbra.

sábado, 5 de mayo de 2012


Los pájaros frutales

Los pájaros frutales se despluman en abril
cuando agitan sus páginas
y vuelven a acariciar los cielos.
 
Hay tardes que perfuman en clave de flor,
se mojan las patitas en el río
al reflejarse los sueños,
y susurran palabras para no andar descalzos.

Hay veces que bailan en la extensión de su abecedario,
buscan en vuelo tréboles con dos ojos,
y se miran.
Por suerte, nunca se deshojan por amor,
aunque se llamen Margarita.

Los pájaros frutales son más bien bisexuales
por una cuestión de rima.
Cuando se abren de alas
la música los alza
y no dudan en desvestirse de cerezas
con sexo femenino.
Tienden más a disfrutar que a confrutarse,
cuando clavan su pico rígido y varonil
contra alguna estrella
que en las orillas  de la noche
ha desnudado la marea.

Quien los ve atravesar la primavera
difundiendo semillas,
cosa que muy de tanto en tanto ocurre,
no es raro que se quede absorto y exclamando:
-Qué despiplume!

Los pájaros frutales son más del agua dulce
que de ningún mal agüero.
Son aves más felices que fenixes,
porque hacen todo lo que se les canta.

Hay días en que cierran el pico,
no dicen ni pío, y se cruzan de alas.

Abren su abrazo,
sin saber si son huesitos o nervaduras
lo que bate sus plumas en el aire,
y las cubre de relámpagos chiquitos.

Los pájaros frutales no tienen raíces,
por eso les gusta perderse en la fronda,
irse por las ramas.


lunes, 26 de marzo de 2012




Hay tardes que se vuelven de ceniza

sin siquiera haber ardido.

Tiempos donde el silencio

hace crecer telarañas bajo las flores,

donde el olvido amontona las hojas.


Sólo la palabra libera pétalos con alas

que ascienden como el perfume

a saludar otro día en su caída.


Hay veces que me salpica la tristeza

y me visto de musgo,

esas tardes soy de piedra.

Habitante de un jardín

que es pequeño paraíso

donde el aire del río

siempre termina por colorear

las cuerdas de la tarde,

hasta hacerla tambalear.



Tan balear…




Desde esta isla de los molinos sin Quijote, la de los pinos perfumando cielos, te saludo.

Porque estar cerca no es ningún lugar, estar cerca tiene que ver con las palabras.

Así que hoy te llevo en mi memoria, a robar flores a la plaza del pueblo, que abre ventanitas azules como sonrisas en las paredes encaladas.

Hay tantos mirlos agitando la mañana, tantos sueños por germinar en las higueras desnudas.

Hay que ver cómo la tierra se ha quedado enrojecida, coronada de almendros!