lunes, 13 de octubre de 2008


A los treinta y cinco años

Abierta en mis ventanas,
equilibrista del deseo y sus cornisas,
a los treinta y cinco años
beso suavemente los labios de la muerte
y el humo ardiente de su voz;
me marea, me enceguece.
Despierto en el regazo delicado de lo efímero.
Hay una lluvia de mariposas
que se beben la vida, desplegando alas.
Ay de mí! Piel de mujer y sexo de poeta...

Después, escribí con mi sangre otra mujer
que para volar mejor, para amarte en libertad
se encadenó al verso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Paula.
Tus poemas son un regalo para el alma.

Te mando uno de Nicanor Parra.
(Cartas a una desconocida)

Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo solo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tu? ¡ Dónde
estarás, oh hija de mis besos !

Isa

Paula Malugani dijo...

Gracias Isa por tu mirada con alma, y por los bellos versos de Nicanor. Ojalá que el paso de los años se haga testigo, de nuestros paseos por los jardines de la letra.

Inma dijo...

Equilibrista en el deseo y sus cornisas, peligroso paseo en el filo del alambre!
Con treinta y cinco años -yo tengo tres más- uno va teniendo las cosas claras y gritando su derecho a exigir a la vida, no cantes al humo de la muerte, queda mucho camino aún!

Paula Malugani dijo...

Querida Condesa: Tu paseo por mi bitácora dejó un montón de palabras en flor.
Me recordaste un aforismo de Nietzsche que aquí te transcribo: 'Un corazón valiente y alegre necesita de vez en cuando un poco de peligro, de lo contrario el mundo se le hace insoportable'.

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